Tolosa 04 de agosto de 1822
Apreciado Antonio
Me agrada tomar de nuevo la pluma para escribirte la presente misiva desde mi retiro de Tolosa, una ciudad que vibra en estos momentos con la lectura de las obras del poeta Chateaubriand y de sus compañeros del movimiento romántico. Sé, por tu amable escrito, que toda tu familia se encuentra en perfecto estado, trabajando duramente con vuestras viñas y olivares en esos campos de tierra blanca del Segalar de Binéfar tan famosos, incluso allende Aragón.
Te preguntarás quienes son esos románticos e intentaré explicártelo en pocas palabras : Los románticos son escritores y artistas jóvenes que viven en Francia y en los pequeños estados alemanes. Con su obra, estos poetas y novelistas están reaccionando al clasicismo del estilo literario y artístico propiciado por los cambios de Revolución Francesa de 1789. Ahora, la nueva situación política de Europa, con los imperios consolidados de la Gran Bretaña, la Gran Rusia y Austria propicia una vuelta a la melancolía, al sentimiento y al amor. Los poetas se inspiran en sus visitas a las ruinas y construcciones de otros tiempos, viejos monasterios, o incluso poblaciones deshabitadas como las que tanto abundan en nuestra comarca de La Litera. Imaginan situaciones en la que la fantasía y la pasión más irracional sustituyen a la lógica y el rigor científico. No obstante temo que la influencia de este nuevo movimiento tarde en llegar a Aragón y que pase mucho tiempo hasta que nuestras abundantes ruinas puedan poblarse de tamaños escritores.
En el sur de Italia, que ahora se denomina reino de las Dos Sicilias, se encontraron hace varios años los restos de unas antiguas ciudades romanas, denominadas Pompeya y Herculano, justo en la época en que reinaba nuestro difunto rey Carlos III, cuando aún lo era del Nápoles. Estaban cubiertas por arrobas de cenizas de los volcanes, que al desenterrarse descubrieron numerosas construcciones intactas. Ahora, esas ruinas aparecen en multitud de ilustraciones y grabados, se mencionan en novelas, folletones y poemas calificados por la prensa como románticos.
No obstante sus características algo irracionales, el nuevo movimiento no ha dejado en el olvido los descubrimientos y progresos en las ciencias y la medicina que tanto promovió en España nuestro amado rey Carlos III y sus ministros durante el período que hacen llamar «La Ilustración «. Nuestra familia desarrolló en aquellos momentos con su trabajo e ilusión aquello que estuvo en sus manos para traer el progreso a Binéfar y Esplús , y a toda su comarca. Nosotros, humildes binefarenses, conseguimos traer y experimentar en una de las primeras ocasiones en el reino, concretamente en nuestra villa, las inoculaciones contra la viruela creadas por el Dr Timoteo O’Scanlan aquí en España. Al contrario que en algunas villas de la vecina Cataluña, donde muchos vecinos se mofaban e insultaban a los doctores inoculadores, impidiendo su trabajo, la casualidad quiso que nadie entre las fuerzas vivas de nuestra villa, se opusiera a la nueva medida. Corría ya 1793, el rey Carlos III había fallecido hacía pocos años pero sus ministros seguían aconsejando con gran sabiduría a su hijo Carlos IV . En Binéfar, siendo mis hermanos Joseph el Párroco y Quilez, Regidor de la Villa y yo Francisco escribiente de la villa, y contando nuestro médico local Doctor Montui y el cirujano Pedro Chic con la amistad y consejo de nuestro hermano Cosme, médico residente en Zaragoza, comenzaron la tarea de inocular a los parvulos, niños y mozos de Binéfar y Esplús el nuevo suero curativo. La ayuda de mi hermano párroco nos ayudó a convencer a muchos en aquello que la divulgación de la ciencia se resistía. Fue durante los sermones de la misa del domingo en nuestra parroquia de San Pedro Apóstol donde toda la villa se convenció de las bondades del nuevo sistema.